El 24 de marzo de 1984, el brasileño Ayrton Senna debutó en la Fórmula 1ª bordo de un Toleman-Hart en el circuito de Jacarepaguá, en el Gran Premio de Brasil. Fue un estreno agridulce por un prematuro abandono por la rotura del turbo en el impulsor, pero nacía una leyenda.
Con 24 años, tras pasar por la F3 británica, Ayrton fue sondeado por McLaren, Brabham, Williams la propia Toleman. Pero al no tener lugar en las primeras tres, el paulista consiguió lugar en Toleman (ese año usó el TG183B con motor Hart) como compañero del venezolano “Johnny” Cecotto.
Tras ese estreno amargo como local, en Río de Janeiro, un par de fechas después, ni más ni menos que en el GP de Mónaco, Senna mostró por primera vez todo su talento e impactó al mundo de la F1.
Bajo una intensa lluvia, que golpeó fuerte en el callejero del Principado, Senna partió desde la 13ª ubicación y escaló posiciones a toda velocidad, mostrando que correr bajo la lluvia iba a ser una de sus principales virtudes. Aquel día, con el Toleman, estuvo a minutos de lograr la victoria: cuando se acercaba a toda velocidad para superar al francés Alain Prost, quien desde hacía un par de vueltas pedía que se pare la carrera por las condiciones climáticas, apareció una bandera roja que lo dejó con las ganas de llegar a su primera victoria.
La bronca por lo que ocurrió, ya que de haber dado un par de vueltas más el triunfo hubiera sido suyo ya que a Prost le descontaba más de 4 segundos por giro, fue una muestra fiel del hambre de victoria y títulos con los que había llegado a la F1. El tiempo, después, no sólo le permitió llegar a ser tricampeón del mundo, sino que, por esa mala jugada del destino, terminó transformándolo en leyenda de manera anticipada.
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